La mejor forma de olvidar algo es recordarlo, darle un sentido, y hacerle voluntariamente
un espacio en la memoria para que no produzca un caos. Al tratar de evadir, enterrar
o mutilar de nuestra mente una experiencia, una persona o una memoria, lo único
que logramos es dejarla flotando sin lugar, invadiendo cada rincón de nuestra
existencia, intoxicándonos, pero a su vez, apoderándose de todo lo que hacemos,
sentimos y pensamos, procurando llamar nuestra atención para darle un lugar.
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