Las pérdidas en la vida pueden presentarse desde diversas formas, lugares e instancias, y como seres humanos es natural que nos cueste recuperarnos de las mismas, según haya sido el valor significativo que aquello que hemos perdido haya ocupado en la propia vida. Cuando perdemos algo, o a alguien, necesitamos de razones para poder reordenar ese cataclismo interno que el vacío nos ha dejado. No es cuestión de dramas, ni es un asunto de estoicismo, una perdida nos representa una herida emocional que lleva un proceso natural en cicatrizar. Cómo le demos el adecuado espacio a la sanación, determinará que tan valioso es el aprendizaje que de ese evento se desprenda para nuestra nueva visión de la vida.
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