La capacidad de reconocer el modo en que nuestras emociones afectan
nuestro comportamiento y hacen una base primordial para la toma
de decisiones, es a lo que se conoce como consciencia emocional.
Como seres humanos estamos compuestos de emociones, pensamientos
y comportamientos, tres aspectos que colindan y se afectan el uno al otro
en nuestro diario vivir. Lo que siento impacta en lo que pienso y lo que pienso,
determina en lo que hago, por lo que se convierte en un circuito que se
alimenta de forma sistemática y cíclica. Cuando nos tomamos el tiempo de
percibir las emociones y las identificamos, colocándoles un nombre, es cuando
establecemos un espacio de descubrimiento personal y empezamos a
conocernos más a nosotros mismos. El conocimiento de nosotros mismos,
nos permite el reconocimiento de los demás y de sus emociones simultáneamente,
para no engancharnos de forma instantánea e inconsciente con los estados de
ánimo de otras personas. Invertir el tiempo y el conocimiento personal en
conocernos, no solo nos beneficia, sino que a la vez genera un impacto
positivo en las relaciones sociales, para no caer en el área de los
malos entendidos emocionales.