Cuando aceptamos que la vida no se compone solo de alegrías, de tranquilidad o de logros,
aspiramos entonces a la estabilidad mental y emocional. Los problemas constituyen
una parte fundamental del vivir y del desarrollo individual de cada persona. No es lo que
nos ocurre lo que nos define, sino como lo enfrentamos, lo percibimos, lo interpretamos
y lo solucionamos. A lo largo y ancho de la existencia siempre encontraremos todo tipo
de desafíos que retarán no solo nuestra mente, nuestro cuerpo y sobretodo nuestras
emociones. La tarea real de la vida consiste entonces, en saber que somos capaces de
resolver todo aquello que nos encuentre en el camino y no perder de vista que, no hay mal
que dure cien años, ni persona que lo resista.
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