Solemos llorar por pérdidas que no son reales.
Es necesario ubicarnos en la realidad, hay cosas que no nos pertenecen, por lo que
llorarlas es innecesario e incongruente, porque no son nuestras. La realidad nos
ayuda a poner los pies en la tierra y descubrirnos como seres humanos ante
un vasto universo de personas, sentimientos, posibilidades y caminos por vivir y recorrer.
A la larga es un valiente paso el aceptar que nada nos pertenece,
más que la propia vida que vivimos
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