Todos tenemos la capacidad de ver con más claridad los problemas de los demás,
que reconocer los propios. Lo que nos imposibilita en cierta forma de ver con precisión
lo bueno o malo que nos acontece, es esa imperiosa necesidad de que las cosas
sean como lo esperamos o lo deseamos, y no como realmente son. Este pequeño
incidente natural y por demás proliferado en la visión personal, es lo que nos hace
generar tal cantidad de fantasías, ilusiones y espejismos, que nos apartan por un
buen tiempo de la verdad de los acontecimientos, las personas y hasta de
nosotros mismos. Por lo tanto, aprender a soltar las expectativas sobre los demás,
no solo libera a el mundo de tener que ser como queremos, sino a nosotros
mismos de frustraciones gratuitas.
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