domingo, 2 de noviembre de 2014

NI TODOS SON ESPINAS, NI TODOS SON ROSAS...


HABLAR LA VERDAD NO ES LO MISMO QUE HABLAR MAL DE LOS DEMÁS



Últimamente he estado pensando en qué radica la diferencia entre hablar mal de los demás y decir la verdad. Como seres humanos, tenemos derecho a hablar de los acontecimientos que nos pasan, de cómo estos nos hacen sentir, y hasta de cómo tales experiencias pueden marcar nuestra personalidad, nuestro camino y lo que fuimos, así como lo que somos y lo que estamos planeando de ahora en adelante ser.   Sin embargo, no es lo mismo asumir nuestra posición activa en lo que vivimos, encontrando la propia participación, relatando lo que nos ocurrió siendo activos en la propia vida, que hablar de lo que nos ocurre como si no hubiésemos estado ahí, lamentarnos pasivamente de las circunstancias y no descubrir en nosotros mismos responsabilidad alguna de estas mismas experiencias.  Creo que justo ahí es donde se da el empalme de caminos en donde podemos diferenciar entre hablar mal de los demás y hablar la verdad de lo que nos ocurrió.  Cuando hablo mi verdad, hablo desde la primera persona, desde quién soy, admitiendo mi participación sobre lo que pasó, por qué pasó, como me sentí al respecto y lo que en cierta forma pude aprender de esa experiencia, ya sea bueno o malo.  Cuando hablo mal de los demás, escondo a mi persona, y hablo como una víctima de las circunstancias, una víctima de los eventos y una víctima de las personas, y en mi relato hay solo una constante desviación de mi responsabilidad como ser humano y hago responsable a todos los demás por lo que me pasó, por lo que sufrí, y hasta por lo en que me convertí.  

No es difícil identificar cuando alguien se esconde de su responsabilidad, es solo cuestión de escuchar cuanto asume de si mismo, cuanto reconoce que pudo al igual que todos también equivocarse, y cuanto puede admitir lo que le falta por aprender. No es malo que podamos decir lo que nos ocurrió, siendo lo más objetivo posible, no buscando responsables de nuestras experiencias, sino buscando aprendizaje de lo que pudo pasarnos en la vida.  Cuando buscamos culpar, cuando buscamos que nos vean como víctimas, cuando buscamos que los demás se apiaden de nuestras circunstancias, cuando buscamos hacer malos a los demás, tratando de vernos bien, justo ahí estamos hablando mal de los demás y no hablando la verdad.  Es bueno tener claro que en esta vida, no hay nada, ni nadie que sea cien por ciento bueno, ni malo, todos somos seres humanos y todos tenemos virtudes y defectos, errores y aciertos, todos tenemos una responsabilidad personal que asumir.


NO HAY IMPOSIBLES


sábado, 1 de noviembre de 2014

QUEJARSE


Quejarse es algo propio del ser humano desde que nacemos al no poder hacerlo de forma verbal, nos quejamos a través de emitir un llanto que puede significar no solo incomodidad,  sino una necesidad que el mismo bebé no puede satisfacer.   Es así que la queja remite al grito más primitivo del ser humano, el estado de dependencia que un individuo sufre al momento de no ser capaz en la realidad de valerse por si mismo en el período de la infancia. 

Sobre esta premisa la queja lastimera remite a no actuar, a ofrecer excusas para que la persona no desarrolle las habilidades que necesita y recurre a quejarse para evitar el esfuerzo de hacer algo por si mismo. Cuando nos quejamos hay muchos objetivos dentro del mismo quejido, entre ellos la tristeza que nos puede generar la incapacidad en la que nos sentimos atrapados, a su vez, también nos hace desviar la atención propia y de los demás, justificando nuestra falta de iniciativa, acción y fuerza para resolver lo que nos hace quejarnos.   

El quejarse entonces, parece ir del lado de acomodarse en la incomodidad.  Puede referirse a que la persona acepta que su situación actual es mejor que moverse de la misma, y se queja esperanzada en que algo o alguien le saque de esa situación para así realizar el menor esfuerzo de su parte. En esta acción hay una demanda, y es que alguien más le rescate de esa posición del desvalido, como una especie de conducta repetitiva de los estadíos infantiles en donde la madre se ocupaba de todas las necesidades de su bebe.   

Quejarse implica, no buscar soluciones por nosotros mismos, movilizarnos a nuevas situaciones o lugares y una clara decisión, consciente o no, de no querer progresar.